Cumplimos un año desde el inicio del proyecto PERMPYRÉNÉES y comenzamos a obtener los primeros resultados tras un intenso año de trabajo. Durante este tiempo, hemos llevado a cabo nuestras primeras campañas de campo, instalado sensores y recopilado datos. Después de su procesamiento, por fin podemos empezar a interpretarlos.
Como sabéis, somos un proyecto multidisciplinar en el que expertos en diversas técnicas combinan sus conocimientos para obtener una visión más completa.
Los primeros resultados obtenidos tras los trabajos de campo del pasado verano corresponden a la aplicación de métodos de exploración geofísica, como la resonancia magnética, una herramienta clave para explorar lo que se esconde bajo nuestros pies. Gracias a ella, podemos detectar la presencia de permafrost y evaluar sus condiciones y características con mayor precisión.
¿En qué consiste la resonancia magnética y cómo se usa para buscar permafrost?
Hasta ahora, hemos aplicado esta técnica en cuatro zonas de alta montaña: Ardiden (~2700 m), Besiberri (~2700 m), Broate (~2800 m) y Menera (~2500 m).
Los resultados preliminares indican la presencia de distintas capas de permafrost y/o hielo enterrado con un contenido de agua variable, que pueden alcanzar profundidades de entre 25 y 45 metros. En Besiberri, donde se encuentra uno de los glaciares rocosos activos, la masa congelada identificada es continua desde aproximadamente 3 hasta 45 metros de profundidad. En cambio, en las otras tres zonas se han detectado dos o más capas de posible hielo, situadas entre los 5 y 10 metros y por debajo de los 20-25 metros de profundidad, que podrían estar relacionadas con antiguas fases morfogenéticas. Además, estos datos sugieren la posible existencia de diferentes tipos de hielo con variaciones en su contenido de agua líquida.
Como veis, estos resultados nos aportan información valiosa sobre la estructura del subsuelo en estas áreas aún poco estudiadas. Sin embargo, también generan nuevas preguntas y abren nuevas líneas de investigación. En los datos preliminares se identifican ciertas lagunas o zonas con información aún imprecisa, donde no logramos determinar con claridad la composición del suelo. Por ello, nuestros expertos recomiendan la aplicación de técnicas complementarias, como la medición in situ de la resistividad eléctrica, que permitiría confirmar si el agua detectada proviene de un cuerpo de hielo.
Estos resultados también serán clave para planificar nuestras próximas campañas de campo. En particular, se utilizarán para seleccionar las ubicaciones de los futuros sondeos de permafrost que se perforarán en el verano de 2025. Estas perforaciones permitirán monitorear el estado térmico del permafrost y evaluar su evolución a largo plazo. Además, los datos obtenidos contribuirán a los conjuntos de datos globales de permafrost y servirán para informar estrategias de gestión del territorio en los Pirineos.

La Resonancia Magnética Nuclear
La Resonancia Magnética Nuclear (RMN) es una técnica que permite estudiar la estructura y composición de materiales basándose en las propiedades magnéticas de los núcleos atómicos. Para explicarlo de forma sencilla, imagina que algunos átomos, como los de hidrógeno, actúan como pequeños imanes. Cuando se colocan en un campo magnético fuerte y se les aplica una señal de radiofrecuencia, estos átomos responden emitiendo señales que pueden medirse y analizarse.
El permafrost es un suelo que permanece congelado durante largos períodos de tiempo y contiene agua en forma de hielo.
La RMN es una herramienta útil y poderosa para detectar permafrost porque puede diferenciar entre hielo, agua y suelo seco de manera no invasiva, sin necesidad de perforar y por lo tanto, sin alterar el terreno.